Qué esperas y qué ofreces
(reflexión sobre la amistad)
Comparto mi reflexión, no como una nueva idea, pero quizás mi forma de expresarla puede entretener o incluso enriquecer. Muchos han hablado de esto antes y con el mismo símil, pero ahora me toca a mí.
Mis limitados años experiencia me han llevado a concluir que las amistades duran todo lo que quieran las personas que forman esa relación, independientemente del tiempo sin verse o comunicarse, y dejando a un lado excusas del tipo "se ha enfríado", pues si se ha enfríado métela en el microondas y cómetela, o tírala a la basura, la decisión es tuya. Como dice la conocida frase: "si uno no quiere, dos no discuten", pues en este caso creo que podríamos decir: "si uno no quiere, dos no son amigos". Lo que vengo a decir es que la vida de una amistad depende del grado de atención y a la vez flexibilidad que puedan expresar ambas partes.
Al igual que hay muchos tipos de plantas y árboles, también los hay de jardineros. A lo largo de la vida nos daremos cuenta de que nuestra felicidad dependerá en gran parte de la clase de sembradores que somos y del tipo de árboles a los que nos llegamos a parecer. Y veremos que las palabras de "se siega lo que se siembra" son muy ciertas, pero también hay que tener en cuenta que el carácter de lo que se siega puede depender de la actitud del sembrador, y que lo que se siega no depende al 100% de él.
En lo referente a la amistad, podemos asumir dos papeles diferentes: jardinero y planta. En nuestro papel de planta, debemos decidir qué esperamos o necesitamos de nuestro "jardinero" para no morir de sed. Y cuando asumimos el papel de jardinero debemos preocuparnos por regar todas y cada una de las semillas que hemos plantado, teniendo en cuenta que no todas las plantas requieren o esperan un mismo trato, lo cual puede escapar de nuestro alcance a veces. Diríamos que el éxito entre una relación jardinero-planta depende de ambos a la par, pero no precisamente a partes iguales, sino más bien partes que se complementan casi a la perfección.
A la hora de discernir el cuidado que requiere una planta, he notado que las hay que no necesitan mucho para mantenerse vivas y otras que requieren un cuidado más delicado y constante, lo que puede ir en base a la personalidad o también a la tolerancia y flexibilidad de la persona. De ahí que en nuestro papel de jardineros tengamos que discernir que clase de cuidado requieren nuestras plantas para mantenerlas vivas, lo que incluye darse cuenta de que si sembramos demasiadas semillas, por mucho que nos duela, algunas van a morir inevitablemente ya que no podemos esperar que todas esperen solamente una gota de agua al año. Además, no deberíamos adquirir más plantas de las que caben en nuestro balcón o terraza.
Al aplicar el símil a seres imperfectos, sabemos que no extiste ni planta ni jardinero perfectos. Pero puestos a imaginar y pensar, así quisiera ser cómo planta y sembrador:
Quiero ser una planta agradecida, comprender que para algunos quizás pueda ser un rosal y para otros un matorral, que no espere demasiado, que sepa almacenar por largo tiempo en sus hojas y raíces el agua de buenos gestos y momentos, y cuando vengan los vientos de tempestades y decepciones se arraigue fuerte en la tierra que fundamenta sus motivos, y solo para una persona ser la planta que decora el corazón de un hogar, que viva por largo tiempo alimentada por el mismo sentimiento.
Y cuando me toque ser el que riega, quisiera adornar mi jardín con plantas grandes y pequeñas, y valorar todas ellas por su color, su belleza y por el aroma que aportan. Ser consciente del cuidado que requieren sobretodo un par de ellas. No dar nunca por perdidas las que parezcan resecas, y que nunca sea tarde para tratar de echarles con buen ánimo unas gotas de agua fresca.